Pasados los dos cursos de la Mejorada
[ENLACE A LA PRIMERA PARTE DEL RELATO] nos esperaba Sta. María de Nieva, aquí ya era otra cosa, ibas entrenado, te habías sacudido en parte el pelo de la dehesa, habías aprendido todo lo necesario para poder convivir sin mayores complicaciones, conocías a los compañeros y sabías de antemano más o menos con lo que te ibas a encontrar. Todo hacía pronosticar que lo peor había pasado; pero mira tú por donde la cosa se nos complicó. Estando ya en La Mejorada se venía rumoreando de que en Sta. María de Nieva estaban pasando o habían pasado cosas.
Sta. María de Nieva en la actualidad[/table]En los internados a veces pasan cosas, y ello debió ser el motivo por el que el Provincial decidiera cambiar la dirección del centro y poner en marcha un proceso regeneracionista, como se dice ahora. Comenzamos el curso y al menos por lo que hace referencia al aspecto instructivo parecía que cada cual hacía lo que buenamente podía y además con la mejor intención; otra cosa era el aspecto disciplinar que desde el punto de vista pedagógico resultaba cuando menos cuestionable. Al frente del régimen casi cuartelario que se nos trataba de imponer, estaba un Sargento de Hierro que se las traía. Las chufas, como entonces se decía, andaban a la orden del día y podían tocarle a cualquiera en el momento más inesperado, chufas que eran bastante más violentas que un pellizco de monja, por lo menos más peligrosas porque podía dejarte sordo, tuerto o romperte una muela y lo peor del caso es que nos fuimos acostumbrando a esto hasta llegar a dar como natural algo que no lo era.
Ciertamente eran otros tiempos y no se les puede juzgar con los parámetros de los actuales, por eso yo no quiero inculpar a nadie; pero tampoco eximirles de toda responsabilidad porque ya por aquel entonces la pedagogía había superado el lema de que “la letra con la sangre entra” y se comenzaba a pensar que mejor que el palo había que hacer uso de la zanahoria. En definitiva, se comenzaba a poner en marcha unas prácticas educativas que tenían en cuenta la motivación y la comprensión del alumno con unos excelentes resultados, como no podía ser por menos, si tenemos en cuenta que con el temor lo único que consigue es disuadir para que algo no se haga; mientras que la motivación estimula a hacer las cosas bien, que es precisamente el objetivo de toda buena educación. Sinceramente pienso que se nos podía haber tratado de otra manera, de ello no me cabe la menor duda. También es verdad que había padres por nosotros queridos, como el P. Gil, Tejedor, Cándido G., Felipe y seguro que me olvido de alguno que nos trataban con bastante consideración.
En medio de este ambiente disciplinario que nos tenía acongojados, el ejemplo nos lo vino a dar uno de los compañeros. Gregorio Buena. Lo recuerdo perfectamente. Sucedió en el Salón de Estudios de Sta. María de Nieva, cuando empezábamos a ser unos hombrecitos. Era por la noche antes de cenar, nos encontrábamos preparando los deberes para el día siguiente, cuando de pronto una voz grave y amenazadora le manda que se levante y fuera allí donde se encontraba la autoridad amenazante. Expectación, algo terrible va a pasar, las circunstancias las conocíamos todos sobradamente y en nuestro interior decíamos ¡ojo Buena!, vete preparado, cúbrete bien que la cosa va en serio.
La sorpresa fue cuando con pie firme y a cara descubierta le ofreció el rostro que fue golpeado a placer contorsionándosele ligeramente la cabeza, al tiempo que le ofrecía la otra mejilla para que probara de la misma medicina, vimos cómo se comía las lágrimas, más por la humillación, pienso y, que por el dolor físico. Fue la noche inolvidable en que nuestro compañero con su resistencia pasiva nos acababa de dar una lección conmovedora y ponía al Sargento de Hierro en el lugar que se merecía. Lo malo fue que el mensaje no fue interpretado debidamente y las cosas prácticamente siguieron igual, el Sargento de Hierro volvió a las andadas y haciendo de las suyas.
En Santa María tuvieron lugar otros muchos sucesos, difícil de relatarlos todos por lo que haré mención sólo de alguno de ellos. Recuerdo que estando disfrutando de tiempo libre se desencadenó una tormenta y un rayo vino a impactar en la parte superior de la fachada de la galería destinada a recreo, cuando no se podía salir al exterior, llevándose por delante un esquinazo importante del edificio que como puede verse en la foto fue debidamente reconstruido.
Fue dañada también la instalación eléctrica quedando afectada esta de forma generalizada por la que nos quedamos a oscuras y aunque no hubo que lamentar desgracias personales, el estruendo que produjo fue tan descomunal que todos quedamos aterrorizados. El P. Ramón, (así creo que se llamaba), que estaba ciego, razón por la cual casi todos nos confesábamos con él, llegó a pensar según comentaría después que había sido la bomba atómica.
Otro suceso reseñable de nuestro paso por Sta. María de Nieva fue la incorporación prematura en un año de sequía pertinaz que acortó considerablemente las vacaciones en casa e hizo que pasáramos en el colegio buena parte de un verano caluroso. Naturalmente esto no fue de nuestro agrado si bien venía compensado y bien compensado por unas vacaciones en la Sierra de Madrid durante unas semanas en que estuvimos de campamento a las órdenes de un experto cuadro de mandos del Frente Juventudes teniendo como capellán al P. Gil. Los postulantes dominicos agrupados en tiendas de campaña de seis en seis con nuestra camisa azul en las que se podía ver bordado el yugo y las flechas formamos una colonia numerosa ubicada en las estribaciones del Alto de los Leones para que allí en medio de la naturaleza salvaje pudiéramos aprender a compaginar los ideales apostólicos dominicanos con los ideales nacionales.
No creo que esto fuera una imposición del Régimen, como alguien pudiera pensar y no lo creo fundamentalmente por dos razones. Primera porque nuestro querido Provincial P. Silvestre Sancho era un hombre que hacía lo que creía que tenía que hacer sin dejarse presionar por nadie. Segunda razón porque no hacía falta presionar a quien seguramente era favorable a este tipo de cosas a tenor de algunos datos históricos que conviene recordar.
El padre Silvestre Sancho desde el año 1936 al año 1941 desempeñó el cargo de Rector de la Universidad de Sto. Tomás de Manila llegando a ser muy amigo no sólo del fundador del Opus Dei D. José Mª Escrivá de la Balaguer sino también del ministro Ibáñez Martín y seguramente de algún otro ministro. Las relaciones con la Administración de Franco eran excelentes. Desde el principio él junto con el arzobispo de Manila Mons. Michael O`Dherty y en general toda la Iglesia Católica Filipina se había puesto de su lado, por otra parte, la labor realizada como defensor de la Hispanidad en unos tiempos en que España más lo necesitaba era digna de todo elogio y así fue reconocido hasta el punto de que el Sr. Suñer le ponía como referencia en las relaciones con Asia.
Aprovechando esta buena sintonía el P. Sancho viaja a España en 1939 con la intención de solicitar del Generalísimo la convalidación de los estudios cursados en la Universidad de Sto. Tomás de Manila, petición que fue concedida sin más y que todos los que nos beneficiamos de ella debiéramos estar enormemente agradecidos por ello. En compensación el P. Sancho declaró al Jefe del Estado Español Rector Magnífico Honoris
Causa de una de las universidades más prestigiosa de Oriente con la entrega de un diploma lujosamente ilustrado donde se podía ver el escudo imperial de España y los emblemas de la falange entre otras ilustraciones. A su vez, y en mutua correspondencia, Franco otorgaba al P. Sancho la Gran Cruz de Alfonso X el sabio el día 30 de noviembre de 1950 por sus altos merecimientos, con la asistencia de los rectores de todas las universidades españolas.
Santa María de Nieva, vista general (ambas imágenes del autor del artículo)[/table]Cuando en 1951 el p. Silvestre Sancho es elegido provincial se hace cargo del destino del presente y del futuro de la Provincia del Santísimo Rosario. Dio muestras de tener las ideas muy claras y de no asustarse por que los postulantes se empaparan de espíritu patriótico de José Antonio en memoria del cual celebró más de una misa. Después de todo el P. Sancho como seguidor que era de Sto. Tomás, sabía muy bien que el patriotismo es una de las virtudes principales que es preciso inculcar en los ciudadanos, algo que el tiempo ha venido a darle la razón; después de haber comprobado que cuando el sentimiento nacional desciende hasta situarse bajo mínimos se puede esperar lo peor; pero no es de temas políticos de lo que yo pretendo hablar aquí, mi intención es mucho más modesta, se trata simplemente de traer aquí algunos recuerdos del pasado.
A decir verdad, creo que en estos días nos lo pasamos muy bien, cierto que estaba muy presente el espíritu joseantoniano; pero eso de que hacían un lavado de cerebro no es cierto. Allí había respeto para todos y jamás se apreció muestras del menor rencor contra nadie de lo que se trataba de exaltar unos ideales, inculcar el espíritu de cooperación de sana competitividad, de hacernos ver la necesidad de echar una mano en la reconstrucción de España y para eso teníamos que armarnos de generosidad, altura de miras y espíritu de sacrificios, se nos inculcaba espíritu de equipo.
Éramos camaradas que teníamos que aprender a ser los unos para los otros, hacíamos deportes y largas marchas llenando los
caminos de juventud y de canciones, algunas muy trascendentales, pero otras eran muy jocosas: no puedo olvidarme de nuestros ratos de ocio que eran muy divertidos, sobre todo el fuego de campamento con chistes, bromas, sorpresas, escenificaciones. ¡Cómo nos los pasábamos alrededor de la hoguera!... En fin, yo sinceramente no ví que los campamentos del Frente de Juventudes fueran una forma de pervertir las mentes de los muchachos. Pasados estos días de campamento volvimos a lo nuestro con los sentimientos patrióticos avivados; pero por lo demás sin grandes cambios, simplemente que nos lo habíamos pasado muy bien.