Como en años anteriores, llegó un curso más para completar el estudiantado. Era el curso de, entre otros muchos, Bonifacio García Solís y Ceferino Puebla. Este es el mismo grupo que estaba en primero cuando nosotros estábamos en quinto en Arcas Reales.

La lista de asignaturas fue más corta este año: Theologia Orientalis, Institutiones liturgicae, Eloquentia sacra, y Musica sacra.

Esto no quiere decir que fue más fácil, porque tuvimos que completar la tesis par el licenciado en teología. Esta tesis fue mucho más elaborada que la QUE escribimos para el licenciado en filosofía y fue escrita en español. La mía titulada Concepción tomista del hombre tenía 170 páginas y 17 páginas de notas con 356 citas. Estoy seguro que las tesis de los demás compañeros era igualmente voluminosas.

El diploma del licenciado está expedido por la Universidad de Santo Tomás con fecha del 15 de agosto de 1968. Firma como Vicecanciller de la Universidad el P. Aniceto Castañón, como Rector el P. Jesús Díaz, como Secretario el P. Fausto Gómez, como Decano de la Facultad de Teología el P. Leonardo Legazpi y como Presidente del Instituto de Teología el P. Claudio García.

¡Y así terminó nuestra formación dominicana que había comenzado en septiembre de 1953!! ¡¡¡ Quince años de estudio!

Graciano Reyero pidió estar fuera un tiempo que hoy llamaríamos de “discernimiento” y decidió no regresar.

Yo me ordené sacerdote el 7 de Julio con los estudiantes del curso siguiente al nuestro. Nos ordenó el Obispo diocesano de Ávila, Don Santos Moro Briz.

Creo que esta fue su última ordenación como Obispo titular pues presentó su renuncia al cargo en octubre de 1968. Nacido en 1888, tenía entonces 80 años. Fue el segundo Obispo español que renunció al cargo según lo estipulado por el papa Pablo VI exigiendo la renuncia de los obispos al cumplir los 75 años. ¡Don Santos Moro Briz había sido Obispo de Ávila desde 1935! (El anterior Obispo de Ávila, de 1918 a 1935, fue el cardenal Enrique Pla y Deniel).

Hablando de Don Santos, podemos decir sin equivocarnos que las apariencias engañan. Nadie dudaba de su espiritualidad, pero se presentaba como un típico cura de pueblo sin mayores ambiciones. Sin embargo, Don Santos había obtenido en la Universidad Gregoriana el doctorado en Filosofía, Teología y Derecho Canónico. No en vano era respetado y admirado por el resto del episcopado español y como reveló el Cardenal Tarancón en la homilía del funeral en mayo de 1980 “Don Santos era el Obispo con quien nos confesábamos todos. Era el director espiritual del episcopado español”.

Tuvo una gran amistad tanto con el fundador de las Teresianas, el hoy canonizado San Pedro Poveda, como con el fundador del Opus Dei, San Josemaría Escrivá de Balaguer. Durante las Guerra civil fueron asesinados un hermano sacerdote y una hermana religiosa.

La última despedida y la dispersion: septiembre de 1968.

Fue justo antes de comenzar esta marcha, el 2 de agosto de 1968, cuando Melitón Matanzas, inspector de policía fue asesinado por ETA en Irún. Fue la primera víctima del terrorismo en España, luego lamentablemente habría muchas más.

El curso dejó de existir como grupo. Cada uno de nosotros comenzó un nuevo capítulo según lo dispuso la obediencia. ¿Dónde fuimos?

Timoteo Merino, Teodoro González, Antonio Luciano López fueron a hacer sus doctorados para luego regresar, aunque fuese por breve tiempo en algunos casos, como profesores en el Estudiantado. Teodoro Martín fue a Estados Unidos después de hacer el doctorado en Roma. Florentino Casado fue a Japón después de pasar también por Roma.

Adalberto Izquierdo, Julián Cabestrero y Felipe Escanciano se quedaron en España ejerciendo el ministerio en las parroquias que tenía la Provincia en varios lugares. A Jesús María Pitillas le permitieron ir a ejercer el ministerio a su pueblo natal de Lerín (Navarra) para cuidar de sus padres ya ancianos.

A Venezuela fueron enviados José Manuel Asenjo, Aureliano de la Fuente, José Luis Abad y Pedro García.

Florentino Casado (después de un año en Roma) y Jovino San Miguel fueron a Japón. Santiago Fuertes fue a Hong Kong para luego ir a Taiwan (que entonces todavía se llamaba Formosa).

A Estados Unidos vinimos Antonio Sáez, José Antonio Vigara y yo. Sáez y Vigara fueron al convento de los dominicos de Washington mientras que yo me quedé en una parroquia en el Bronx, Nueva York. Como indiqué antes, Teodoro Martín vendría también a Estados Unidos el año siguiente para residir en el estado de California.

Las despedidas fueron emotivas. Habíamos pasado juntos los años más importates de nuestras vidas. Nos habíamos convertido en una “gran familia”. Juntos vivimos penas y alegrías, pero hubo más alegrías que penas. Juntos vivimos éxitos y fracasos, pero hubo más éxitos que fracasos. Juntos lloramos, reímos, jugamos, rezamos, estudiamos…y pasamos de ser unos adolescentes imberbes e inexpertos a ser unos jóvenes con muchos sueños cumplidos y una formación espiritual e intelectual que más de uno envidiaría.

Hasta aquí hemos llegado. En el capítulo siguiente haré un recuento de lo que sabemos hoy acerca de cada uno de los compañeros que hicieron el noviciado en Ocaña. ¿Qué fue de cada uno de ellos? ¿Dónde están ahora? Manténgase en sintonía.

También haré algunas reflexiones sobre la llamada “crisis” de vocaciones. ¿Por qué fuimos tantos los que entramos en los seminarios en aquella época, fueron tantos los que se salieron y por qué son tan pocos los que entran ahora?