A las horas de estudios reglados se añadían otras actividades que servían para complementar las habilidades y aptitudes de los alumnos en facetas como el teatro, el canto, la declamación, la oratoria, etc.
Además, había funciones de cine, siempre muy elegido y con censura añadida a la del régimen de la época, con los matices religiosos de nuestra organización. A veces, en la proyección de la película se colocaba un pañuelo o cartón delante del proyector cuando se emitían escenas con besos, abrazos o cualquier sentimiento que pudiese denotar sexualidad, aunque fuese ésta de carácter totalmente inocente.
Abundaban las películas de carácter religioso, épico, histórico/religioso, oeste americano o comedias españolas de humor totalmente blanco. En los últimos cursos de bachillerato nos proyectaron la película de La Tía Tula que fue una sorpresa tremenda para todos. Incluída la dirección del colegio. No sabemos quién la alquiló, pero su proyección motivó muchos comentarios en todos los sentidos y direcciones, tanto entre los alumnos como en el colectivo escandalizado de algunos frailes.
Además, se programaban lo que se llamaban los meses culturales. Consistía en una velada de actividades literarias a cargo de un curso diferente cada mes. En esta velada se llevaban a cabo varias facetas de carácter cultural como recitación de poesía, narración de cuentos e historias, canciones polifónicas, actuaciones de diversos grupos de instrumentistas como guitarras, bandurrias, etc., así como la pieza final que consistía en una pequeña obra de teatro como un sainete o corta comedieta.
Nuestro curso tenía como director de esta actividad al P. Gil, que a su vez era el Director de la Coral del Colegio y nuestro profesor de literatura.
En una de las ocasiones que nos tocó ser protagonistas del evento mensual a mí me asignó la narración de los tres milagros de Santo Domingo en Roma. Le comenté que no me parecía bien volver a repetir el mismo texto ya que el curso anterior lo había hecho y además en el mes anterior.
Desconozco si no quería buscar más temas, dar importancia al citado texto o porque yo no sabría hacer otra cosa, lo verdaderamente importante fue que me obligó a salir al escenario a narrar los citados milagros. Yo salí enrabietado y cabreado por la situación, así que empecé a recitar el texto como una letanía, con un tono monocorde y cansino sin pausas ni entonación alguna para acabar lo antes posible. No quería que nadie viese mi aparición en el escenario.
La bronca que me montó el P. Gil en cuanto salí del proscenio, fue de época. Me amenazó con suspenderme en literatura y en “moribus”, por desobediencia y además me quiso expulsar de la Coral. Días más tarde, hablando con él su suavizó el asunto y no llevó a cabo ninguna de sus amenazas. Por cierto, a día de hoy no recuerdo ninguno de los tres famosos milagros de Santo Domingo en Roma. Vaya dislate.
Hablando de la Coral, el Colegio tenía una excelente coral polifónica que interpretaba todo tipo de canciones folklóricas, populares, hasta alguna sardana. Había unas excelentes voces tanto de sopranos como contraltos, así como de tenores y barítonos y bajos, según se iban transformando las voces de los alumnos al cumplir los años.
En nuestro curso teníamos excelentes sopranos como Chemi, Terrón, y buenas voces de bajos como Galán, Vega, Vallejo, Faustino. Otras voces muy bonitas y timbradas fueron las del Galparsoro como soprano y solista de la Coral.
Aparte de interpretar muchas melodías en el teatro del Colegio los días especiales como festividades y finales de curso también había competiciones y exhibiciones en diferentes poblaciones y concursos de radio.
Uno muy conocido y competido era el de Villancicos de la Ser en Valladolid, que se celebraba cada Navidad entre diversas corales de la provincia. Había un premio honorífico y creo que también algo en metálico que supongo que su utilizaría para compensar los gastos de viajes hacia las diferentes ciudades en que actuábamos como Medina del Campo, Medina de Rioseco, Simancas, Valladolid capital. Una de las actuaciones que recuerdo con más emoción y cariño fue la final que ganamos en el Teatro Zorrilla de Valladolid.
Pertenecer a la coral tenía sus ventajas y también sus inconvenientes. Como inconvenientes más sobresalientes eran los ensayos, muchos de ellos en los tiempos de recreo. Algunas veces, cuando se aproximaba alguna actuación importante, se utilizaban tiempos de estudio, pero eran las menos.
Las ventajas eran los viajes y cierta envidia de los otros alumnos que no pertenecían a la coral. Además teníamos nuestro uniforme de gala para poder actuar con vestimenta elegante.
Recuerdo sobre manera una actuación que tuvimos en Medina del Campo. Después de la actuación nos dieron unos tiempos de esparcimiento libre. Todos nos desparramamos como pájaros en desbandada para acercarnos a las tiendas a comprar algo para comer. Algunas golosinas, chocolate, bocadillos, etc.
La mayoría aterrizamos en una elegante pastelería del centro de Medina. Recuerdo como si lo estuviera viendo ahora cómo estaban los pasteles colocados en expositores en los laterales de la tienda. El dueño y una dependienta además de atender a otros clientes miraban con ojos entre asombrados y risueños cómo iban quedando espacios libres en los expositores y eran engullidos a velocidad supersónica por aquellos mocosos uniformados.
Después pasamos por caja y teníamos que decir cuántos pasteles habíamos comido, pero entre lo engullido y la confesión al dueño había bastante dislate. Creo recordar que los pasteles eran a una peseta la unidad. Nadie llegó a pagar más de un duro, pero los expositores estaban desiertos, de hecho, dejamos de comer porque no había provisiones. El dueño supongo que le dio pena ver la ansiedad con que devorábamos los pasteles para darlo como una propina a los pequeños cantores de Arcas Reales.
Personalmente estuve muchos años sin poder probar los pasteles, sobre todo si tenían merengue, fue tal el empacho que cogí que no podía casi ni con la vista de ellos. Con el tiempo dos de mis hermanas trabajaron de ayudantes en una pastelería y parte de su paga la recibían en pasteles que llevaban a casa y yo casi no podía probarlos por la angustia que me producían.
Respecto a la Coral tengo que decir que fue una fuente de formación e información muy interesante sobre la música y la cultura tanto clásica como contemporánea. Hoy en día aún cantamos en nuestras reuniones fracciones de canciones y zarzuelas que fueron ensayadas y cantadas en esa época. Digo fracciones porque ya se nos han olvidado muchas de las letras y las voces no quieren arriesgar tanto como en nuestros tiempos jóvenes.
Al margen de la Coral otra actividad muy aplaudida y con mucha tradición en nuestro Colegio era la Rondalla. Teníamos una excelente rondalla compuesta hasta por cuarenta o cincuenta componentes que desde la bandurria, el laúd, la guitarra tenían un repertorio muy variado y muy celebrado por todo el alumnado.
No se promocionaba tanto el tema del piano y el órgano, a pesar de que había varios pianos para las clases voluntarias pero que no disponían de un profesorado muy celoso en su impartición. Así y todo surgieron excelentes organistas y pianistas, pero más por su dedicación y tesón que por la promoción de la dirección.
Como actividades culturales y de ocio también se promocionaron las obras de teatro y las sesiones cinematográficas. En el Colegio había un gran edificio dedicado como salón de actos, para proyecciones cinematográficas y como teatro.
El cine era muy restringido y censurado tanto por la época en que nos tocó vivir nuestra adolescencia como por el tipo de colegio en el que estábamos estudiando. Las películas eran mayoritariamente del Oeste Americano, comedias de Ozores y las películas de El Gordo y El Flaco. Desde luego no faltaban las de carácter religioso como Molakai, La Túnica Sagrada, Los Diez Mandamientos, o históricas como Benhur, Barrabás, Isabel La Católica, etc. Se intercaló alguna comedia interesante como la guerra de los botones.
Ya comenté anteriormente eI impacto tan grande que tuvimos el día que nos proyectaron La Tía Tula. Tanto por el tema como por algunas escenas fue el centro de atención no sólo por parte de los estudiantes sino por algunos de los frailes que se rasgaron sus vestiduras ante semejante proyección. Creo que hubo alguna reprimenda al encargado de alquilar las películas por su osadía.
El Teatro era otra cuestión. Había un director de teatro, un fraile, que escogía las obras, pero había que adaptar casi todos los guiones porque no se permitían papeles femeninos. O se suprimían o se transformaban en masculinos. Algunas veces rechinaba la obra por el transformismo. Desde luego no estaba permitido que ningún alumno se vistiese de mujer para interpretar ningún papel femenino.
Lo que sí había era mucha creatividad para generar todos los decorados, atrezzo y vestuario. Teníamos alumnos con grandes habilidades para subsanar las carencias económicas y de medios materiales. La imaginación y la destreza hacían milagros que para eso estábamos en un colegio religioso.
Tengo dos anécdotas referidas a mí con relación al teatro. En una interpretaba a un mayordomo (sustituto de una criada) en la obra de Luigi Pirandello: Seis personajes en busca de autor. Yo solo tenía que decir una frase en una de las escenas y salir por el foro.
Mi interlocutor no me dio la entrada y se saltó mi única frase. El director me indicó que siguiese en escena limpiando los diversos enseres de la casa y que permaneciese a un lado de la escena, sin molestar. Quiso resarcir la pérdida de mis 15 segundos de gloria.
Cuando finalizó la obra todos mis compañeros de curso estaban intrigados sobre la significación de mi personaje tan presente en escena y tan callado. Nadie se creía la realidad tan chusca que había ocurrido. Nos cuesta creer lo sencillo. No había podido decir mi única frase. Creo que aquí empezó a fraguarse mi raudo ascenso hacia el estrellato de las artes escénicas.
La otra anécdota se refiere a la obra de teatro de Alfonso Sastre: Escuadra hacia la Muerte. Los actores elegidos fueron: San Emeterio, Mérida, Soto, Chemi, Antonio Vázquez y creo que Faustino Sánchez.
La verdad es que todos bordaban el papel a pesar de ser muy difícil y trágico. Tenían largos diálogos donde transmitían su angustia, sus frustraciones, sus miedos, sus fobias. De hecho fue un bombazo entre los asistentes. Lo raro es que se pudiese poner en escena esa obra que había sido censurada y que tenía connotaciones muy pesimistas y poco edificantes. Lo cierto es que se estrenó y fue un éxito. Creo recordar que el director de la misma era el padre Balbuena.
A mí me eligieron como suplente al mismo tiempo que Apuntador. Me sabía de memoria casi todos los papeles. Asistía a todos los ensayos con la ilusión de que se produjese alguna baja o la renuncia de alguno de los actores de reparto. No se cumplió ninguna de mis aspiraciones, pero asistí en primer plano a toda la realización de la obra. Vaya frío que pasamos en ese teatro durante los ensayos. Pero todo lo di por bien sufrido al ver el éxito que se había producido. Después nos fuimos a celebrarlo a la sala de grabación del teatro donde organizamos una pequeña fiesta con coca-colas, patatas, ganchitos y música de los Brincos y los Beatles. Una orgía… en aquel recinto tan restrictivo. No puedo decir de dónde salió todo el condumio y los discos. Cuando digo que no lo puedo decir es que no lo sé o no me acuerdo de ese detalle.
Como puede colegirse mi éxito en el teatro fue apoteósico. Tuve una aparición en La Mejorada un verano, en un sainete, con Rufino Adrián, Norberto Cabezas y yo, pero ni recuerdo el título ni el contenido aunque tengo una foto que lo corrobora. Almodóvar sigue sin llamarme.
Otra de las actividades teatrales con éxito eran los cuadros alegóricos que montaba el P. Augusto. Era un religioso filipino pero con un fino saber de montajes escénicos excelente. Hacía cuadros escénicos muy dinámicos. Dominaba como nadie los hilos, y nunca mejor dicho, para mover los elementos del cuadro con una iluminación adecuada un dominio del tiempo en escena prodigioso.
En una de estas alegorías que representaba la Crucifixión de Jesucristo se hizo de una manera tan real que todo el público quedó sorprendido de la plasticidad del movimiento de Jesucristo al descender de la Cruz. Jesucristo era representado por César (Gincha) y el desclavamiento y bajada fue espectacular. Tan espectacular que ni el mismo Cristo se dio cuenta, ya que por el frío y el cansancio se cayó de la cruz en el momento adecuado y por su agilidad supo caer casi como si estuviese entrenado. Lo cierto es que no estaba previsto tal descenso pero el agarrotamiento de los músculos por el cansancio y el frío hizo posible la modificación final del espectáculo.
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DESMEMORIADAS MEMORIAS DOMINICANAS (I)
DESMEMORIADAS MEMORIAS DOMINICANAS (II)
DESMEMORIADAS MEMORIAS DOMINICANAS (III)
DESMEMORIADAS MEMORIAS DOMINICANAS (IV)
DESMEMORIADAS MEMORIAS DOMINICANAS (V)