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#1 LA SEXUALIDAD por Rufino García Álvarez publicado el 11/05/2020 a las 16:21
Los alumnos internos del Colegio eran captados entre los once y doce años. Es decir, en una edad muy de niñez, que en aquella época tenía poco acceso a la información tanto escrita como oral por parte de los padres puesto que no tenían ni conocimientos ni habilidades para hablar de ciertos temas tabúes, como la sexualidad.

La sociedad española en esos años también era muy restrictiva y pacata en estos temas y además muy inquisidora. La mayoría de nosotros proveníamos de pueblos pequeños y de extracción más bien pobre o clase media o baja y esto todavía condicionaba más el conocimiento de la sexualidad en cualquiera de sus vertientes.

Me ha costado mucho empezar a escribir este tema en el libro por varias razones.

La primera por no querer aprovecharme del oportunismo que existe en la actualidad ya que está permanentemente en los medios de comunicación las acusaciones de pederastia contra muchos sacerdotes, obispos y aún cardenales. Unos por comisión y otros por tolerancia sobre los presuntos infractores de estas conductas.

La segunda razón es porque no quisiera acusar ni desvelar cualquier hecho de algún fraile o compañero que pudiera ser susceptible de ser injusto o no veraz. Aún en el caso de ser ciertas acciones reproblables de este tipo no quiero ser yo quien saque a la luz algunas historias o leyendas.Nosotros empezamos con una edad muy joven y con otras necesidades y situaciones vivenciales al llegar al Colegio. Ahora bien, con los años la evolución de la naturaleza fue requiriendo respuestas a las inquietudes que se mostraban en el desarrollo corporal y mental de los alumnos.

En el Colegio los frailes ya tenían experiencias de cómo podían evolucionar las hormonas con los años y por eso habían organizados los cursos y alumnos en función de los años y su desarrollo corporal. LOS MAYORES Y LOS MENORES.La primera experiencia que tuve en el Colegio sobre el tema de la sexualidad corrió a cargo del P. Alberto. Yo estaba en tercero de Bachillerato. Una tarde nos reunió a los tres cursos mayores con una solemnidad tremenda y después de una introducción grandilocuente que me pareció surrealista empezó a hablar de “los rabos de gato”. Estuvo alrededor de media hora hablando sobre la no conveniencia de tener y actuar con los rabos de gato y finalizó con una filípica tremenda sobre todo a los de cuarto y quinto amenazando con expulsarlos del colegio inmediatamente si se sorprendía a alguno con esa afición.

La mayoría de nuestro curso salió de la charla con los ojos como platos y con la cara estupefacta por no haber entendido nada.

Los mayores de los otros cursos se sonreían y comentaban algo entre ellos, pero no nos aclaraban nada al respecto. Cuando después de cierto tiempo el P. Alberto se marchó a su celda y pudimos hablar con más libertad con los chicos de los otros cursos nos explicaron la metáfora de “los rabos de gato”.

Quería decir que estaba prohibido que los mayores acariciasen a los más pequeños y guapitos con la semejanza que se acaricia a un gato pasando su mano desde el lomo hacia el rabo. Es decir, que estaba prohibido acariciarse y tener algún compañero protegido como un gatito para acariciarlo.
Lo cierto es que sí se veían algunas amistades entre los chicos mayores, algunos de diecisiete y dieciocho años que buscaban relacionarse con chicos de aspecto más agraciado e infantil como sucedáneo de chicas.

Hubo algunos casos más escandalosos que otros y esporádicamente se conoció a alguno que había sido expulsado del colegio por comportamiento inadecuado.

Una anécdota muy conocida fue el escándalo que se montó una tarde de domingo que estábamos en el cine viendo una película cuando de repente alguien gritó:

Guarros, cerdos, me habéis puesto pringado.

El caso fue que dos compañeros de nuestro curso, amparados por la oscuridad del cine no se les había ocurrido otra cosa que masturbarse durante la sesión. Con tan mala fortuna que salió disparado el semen hacia la cabeza del alumno sentado en la fila delantera.

Ante los gritos se paró la sesión, se encendieron las luces y después de intentar apaciguar los gritos e insultos se montó un caos tremendo ante esta situación tan embarazosa.

Uno de los participantes en el evento fue despedido inmediatamente. El otro, según se comentó, como tenía ciertos tratos especiales con algunos frailes tuvo más tolerancia de tiempo y se esperó a finalizar el curso para evitar que perdiese el curso.

Algunos frailes tenían cierta fama de ser muy proclives a las amistades con algún alumno. Siempre ha habido gente señalada pero no seré yo quien nombre a ninguno de ellos y menos por escrito.

Un compañero de mi curso se encontraba un día con fiebre porque tenía catarro y me contó por la noche, cuando me fui a la cama que estaba al lado de la suya.

- Sabes que hoy por la mañana ha venido a verme Fr……, y quiso meterme mano.
- ¿Qué le dijiste?
- Que como fuese a mirar si tenía fiebre por allí abajo le daba una patada en los cojones que se iba a enterar.
- ¿Qué te contestó?
- Nada, se levantó de la cama y se marchó inmediatamente.


Yo supongo que otros compañeros tendrán otras anécdotas o no tan anécdotas, pero son de la historia y recuerdo personal de cada uno.

Una de las costumbres que yo nunca llegué a comprender era la elección de “compas”. Por las Navidades se hacían unos sorteos, desconozco si dirigidos o no y se elegían una serie de alumnos que eran los compas, durante un año de un fraile determinado. Después, en Reyes, era obsequiado con algunos regalos por parte de su compa, de vez en cuando le daba caramelos, le prestaba libros para leer, etc. pero no llegué nunca a comprender la finalidad de esta actividad. Desde luego no eran tutores y además sería muy discriminatorio que sólo tuvieran tutores 15 o 20 alumnos que eran los agraciados con” el compa/fraile”.

El estar encerrados durante nueve meses al año sin más compañía que las masculinas, hacía que a veces se pensase y desease más que nada el ver a chicas. Aunque no teníamos experiencia en el trato con ellas era nuestro objetivo poder contar alguna vivencia, aunque tuviésemos que exagerarla.

Se buscaban oportunidades como una mirada, una palabra o un guiño a las chicas que estaban de servicio en el colegio.

Algunas veces durante los paseos de los jueves intentábamos intercambiar algún guiño o gesto cuando nos cruzábamos con alumnas de otros colegios de los alrededores.

También se buscaban opciones en las visitas médicas de cierta entidad a Valladolid. Bien por cuestiones de dentista o por consultas al oftalmólogo. Para eso se exageraban las dolencias o carencias como en el caso de la vista.

Recuerdo una visita a Valladolid de Faustino Sánchez, que solicitó ir al oftalmólogo porque no veía casi el encerado en clase. Después de mucho insistir consiguió billete en la furgoneta en que se trasladaban a Valladolid. Le acompañó el Padre Félix Salvador y como sospechaba que era un cuento para salir del Colegio pactó una trampa con el oculista.

Al hacerle la revisión y colocarle las gafas rápidamente encontró la medida de sus dioptrías. Veía perfectamente con ellas. Después de preguntarle si estaba seguro afirmó con rotundidad que aquella graduación era la correcta. Lástima que la montura de aquellas gafas no llevaba cristal alguno.
El castigo subsiguiente consiguió calmar mucho el exceso de salidas al médico en Valladolid.

Así con estos avatares fueron discurriendo los años con la mitigación de los ardores hormonales a base de mucho deporte, reprimendas, castigos y otras sublimaciones.

Era digno de ver y sentir la habilidad que se tenía para elegir confesor. Había una lista entre los padres confesores. Unos porque ponían penitencias muy pequeñas, como el P. De Celis. Otros, nadie quería confesarse con ellos porque eran muy mayores y sordos y repetían en voz alta algunos tramos de la confesión para mayor regocijo de los que estaban esperando turno.

Algunos eran muy odiados por lo que indagaban y querían saber sobre los detalles de tal o cual tocamiento o pensamiento impuro como ellos comentaban. Sabíamos que disfrutaban con las narraciones. Algunas veces nos confesábamos de algún pecadillo según el confesor que te tocara y después se repetía la confesión con otro de perfil más fácil.

Nosotros seguíamos en nuestro mundo acristalado pero el mundo exterior seguía su curso y durante esos años ocurrieron efemérides muy variadas que no fueron suficientemente valoradas por nosotros ya que se nos ocultaba lo ocurrido, puesto que no disponíamos de medios de comunicación y los frailes adolecían de habilidades y ganas de inculcar nuestra educación de una manera desideologizada.

Casi nos pasa desapercibido el primer disco de Los Beatles, la boda del que sería nuestro Rey y la colocación en órbita de un satélite para lograr la conexión de las ondas de televisión entre Europa, Estados Unidos y Japón.

La condena en Naciones Unidas del Apartheid de África del Sur. El problema entre Estados Unidos y Rusia a cuenta de los cohetes nucleares en Cuba. Todas acciones importantes ocurridas en el 1962 y que para nosotros no tuvieron apenas eco en nuestras inquietudes por la censura informativa.

Casi la única noticia que traspasó el umbral de la censura fue la muerte de Marilyn Monroe.

Mención aparte tiene la huelga de la minería asturiana del 62 también secundada por los altos hornos de Vizcaya. Esta noticia fue muy comentada porque entre el alumnado había una gran población asturiana con familiares implicados en la misma. Los comentarios por parte de los frailes no eran muy loables hacia las reivindicaciones de los mineros y siderúrgicos, pero nosotros teníamos otras fuentes y otros intereses al respecto.Al año siguiente sí que tuvimos noticias de la muerte del Papa Juan XXIII. Yo tuve muchas referencias puesto que al ser lector durante las comidas y cenas en el comedor tuve revistas que nos comunicaban las ponencias del Concilio Vaticano II y después las biografías del Papa.

También tuvo su repercusión la muerte del Presidente de Estados Unidos, J.F. Kennedy.

La elección del nuevo papa Pablo VI sí se deja transmitir.

Con estas movidas por el mundo nosotros estábamos como el queso en una campana de cristal, veíamos o entreveíamos algo, pero no podíamos expresar nuestras opiniones porque apenas las teníamos formadas y desde luego algunas de ellas deformadas.

El año 64 fue el último que pasé en Arcas Reales. Curso en el que tuvimos que prepararnos para la Reválida Elemental en el Instituto Zorrilla de Valladolid con el fin de convalidar nuestros estudios de bachillerato.

A finales de mayo o primeros de junio nuestro preparativo para partir hacia el Noviciado en Ocaña, Toledo. Atrás dejamos un girón de nuestra niñez y nos enfrentábamos ante un nuevo reto y una nueva modalidad de vida totalmente diferente. Durante esos cinco años en Valladolid habíamos perdido muchos compañeros en el camino por múltiples razones, pero algunos de ellos aún los tenemos en el recuerdo.

La última noche en Valladolid tuvimos un acontecimiento doloroso que indica hasta que nivel de sadismo llegaba el carácter del P. Alberto. Ya teníamos hechas las maletas. Era verano y hacía calor. Casi todos estábamos en bañador para dormir, por el calor y porque teníamos los pijamas en la maleta para no olvidarlos.

Estábamos contentos y nerviosos ante la perspectiva del viaje y la nueva vida de la que nos hablaban pero que desconocíamos por completo. Ese nerviosismo y alegría por haber acabado una etapa nos llevaba a estar charlando más alto y con más algarabía de la cuenta.

Cirilo estaba riéndose de Fernando Arroyo porque le había vendido un rosario por el doble de lo que le había costado a él. Las risas y el alboroto de esta pequeñez le costaron tal paliza a base de cintazos del P. Alberto con la parte de la hebilla y estando prácticamente desnudo, puesto que sólo llevaba el bañador… Le dio con tal saña y de tanta duración que todo el curso estaba acongojado y tembloroso. Los gritos de Cirilo creo que se oirían desde kilómetros. Fue algo espeluznante.

Nunca he llegado a comprender aquel ataque de furia por una nimiedad y en el último día de colegio cuando nos estuvieron bombardeando con consignas de que ya éramos unos hombres, que ya pertenecíamos casi a su rango al ir a tomar el hábito.

Al día siguiente, en el trayecto hacia Ocaña, el P. Alberto intentó acercarse a Cirilo para buscar su connivencia como una manera de solicitar el perdón. Intentaba ser gracioso y amable, con sonrisas y pequeñas bromas que no hicieron más que acentuar el odio hacia aquella persona tan cruel.

Aquí finalizan los recuerdos más importantes que vienen a mi memoria de mi estancia en Arcas Reales. Con el tiempo, ya casado y con dos hijos, pasé por Arcas para enseñarles a mi esposa e hijos el lugar donde había estudiado de pequeño. Por una casualidad o azar, nos encontramos con un venerable abuelo recogiendo hojas del patio. Era el padre Alberto. Se comportó muy cariñoso, amable y cordial con mi familia. La edad y la falta de un puesto en la organización, creo que le habían apaciguado.


---------------- DE LA SERIE "DESMEMORIADAS MEMORIAS DOMINICANAS"

DESMEMORIADAS MEMORIAS DOMINICANAS (I)

DESMEMORIADAS MEMORIAS DOMINICANAS (II)

DESMEMORIADAS MEMORIAS DOMINICANAS (III)

DESMEMORIADAS MEMORIAS DOMINICANAS (IV) 

DESMEMORIADAS MEMORIAS DOMINICANAS (V)  

DESMEMORIADAS MEMORIAS DOMINICANAS (VI)

DESMEMORIADAS MEMORIAS DOMINICANAS (VII)

DESMEMORIADAS MEMORIAS DOMINICANAS (VIII)

DESMEMORIADAS MEMORIAS DOMINICANAS (IX)
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