11- Nuevamente en el convento de Ávila (Curso 1960-1961)
Por tercera vez íbamos a estrenar nueva residencia. Nuestro curso parecía destinado a ir inaugurando edificios y centros de nueva creación. Primeramente, lo hicimos con Arcas Reales, luego con S. Pedro Mártir y ahora con este de Ávila espacioso y confortable en el que estábamos llamados a concluir nuestro proceso de formación. A parte del nuevo teologado, lo demás permanecía idéntico, tal y como lo habíamos dejado, la misma iglesia, el mismo coro, los mismos claustros la misma huerta, los mismos juegos, todo ello en conjunto nos permitían volver a nuestras costumbres y hábitos que no habíamos acabado de olvidar. Era asombroso no salíamos de una cuando nos metíamos en otra. En aproximadamente 6 años habíamos estrenado tres grandiosos edificios de nueva creación ¿Que estaba pasando en la Provincia del Santísimo Rosario de Filipinas? ¿Por qué se construían nuevos Centros de formación y además se hacía de forma tan fastuosa?
La primera parte de esta última pregunta es relativamente fácil de responder. Se ampliaban los postulantados porque los que había se habían quedado pequeños dado el alto número de vocaciones y si éstos crecían era necesario también ampliar los estudiantados para poder acoger a todos. Diríase que se trataba de una necesidad impuesta por las circunstancias. Responder a la segunda parte de la pregunta es más difícil. ¿Por qué se estaba haciendo de forma tan fastuosa?
Durante la segunda guerra mundial, Filipinas, más concretamente Manila, sufrió los desastres de la guerra mundial y dentro ya de Manila fue la Universidad De Santo Tomás uno de los lugares emblemáticos al que le correspondió la peor parte desde la ocupación japonesa en 1942 hasta la liberación americana en 1945, tiempo en que la Universidad se había convertido en un campo de concentración.
Durante unos treintaisiete meses el edificio principal de la Universidad, propiedad privada de los dominicos, se habría de utilizar como alojamiento de la población civil. Mucho dolor, incalculables pérdidas de vidas humanas, devastación del patrimonio cultural, arte, literatura, arquitectura. Cuando todo hubo acabado fue el momento de pensar en resarcir en parte el daño causado mediante una gran aportación de dinero como haría posteriormente Alemania con los damnificados de la segunda guerra mundial. Una vez con las arcas llenas se podía pensar en proyectos ambiciosos.
El provincial P. Sancho con la visión de futuro que le caracterizaba pensó que era el momento de satisfacer la necesidad urgente de ampliar los centros de formación de la orden para así poder aumentar el número vocaciones y había que hacerlo no ya de forma digna sino de forma majestuosa pensando en la posteridad y devolviendo al arte lo que la guerra le había quitado. Había dinero para hacerlo y se hizo. Eso fue todo. Luego el destino se encargaría de malograr estos planes para llegar hasta donde ahora nos encontramos.
Tristemente, todos estos lugares donde fuimos dejando nuestros recuerdos no iban a tener continuidad histórica pues ninguno de los postulantados de la Provincia Dominicana del Santísimo Rosario sigue cumpliendo la finalidad para la que fueron creados como tampoco los estudiantados de S Pedro Mártir de Alcobendas ni el estudiantado de Sto. Tomás de Ávila. Acabamos de hacer una visita, mi esposa y yo a algunos de ellos que me ha dejado un poco hundido.
En la Mejorada ahora ya del Sr. Moneo tuvimos la suerte de hablar largo y tendido con Paloma responsable del enoturismo, en realidad la encargada de la finca y yo tuve la oportunidad la comentarla lo bueno que fuera para ellos y para nosotros poder conservar la historia que entre todos escribimos en este recinto. Me escuchó con atención y me dijo que estaba dispuesta a colaborar para llevar a buen puerto esta iniciativa. Podíamos trabajar juntos en una página web común o al menos estar interrelacionados a través de enlace y que lo hablaría con el Sr Moneo y así quedó la cosa.
El nuevo pabellón de Ávila era muy parecido al de S. Pedro Mártir de Alcobendas con algunas diferencias y es que en éste de Ávila las aulas estaban adosadas al pabellón quebrando la perspectiva y además el material de construcción era de cemento blanco y piedra granítica lo que le daba más realce si cabe.
El genio de Fisac habría logrado el equilibro necesario entre lo viejo y lo nuevo. El pasado y el futuro se daban la mano. El histórico convento se asomaba a la funcionalidad de los nuevos tiempos. Lo antiguo y lo moderno estaban unidos por un pasadizo acristalado que nosotros llamábamos el tranvía que nos permitía el tránsito de uno a otro.
Las galerías igual que las de S. Pedro eran espaciosas y muy luminosas con paredes laterales el de la izquierda con inmensos ventanales por donde entraba la luz a raudales y la otra pared por donde se accedía a las clases. Las galerías era lugar de recreo donde permanecíamos cundo el tiempo no nos permitía salir. Allí podíamos hablar, leer, pasear incluso practicar algún juego de mesa como por ejemplo el ping pong.
Las clases también luminosas y espaciosas resultaban acogedoras con cierto aire de rancia solera que le daba el hormigón y la piedra en bruto sin tallar. Estaban dotadas de un mobiliario lo suficiente cómodo que nos permitían seguir fácilmente las explicaciones del profesor y tomar apuntes. Sillas, mesas individuales para los estudiantes, sillón, mesa y tarima para el profesor con la ayuda de un hermoso encerado en la pared.
Todo igual y todo diferente, así era el escenario donde nos disponíamos a vivir un tiempo apasionante que venía marcado por la renovación conciliar en que lo que se pedía era cambio dentro de la continuidad.
El nuevo Teologado no lo era todo, había otros lugares preferidos que ocupan un lugar preferente en nuestro recuerdo. Los últimos cursos 1961-62 y 1962-63 que pasé junto a mis compañeros dominicos estuvieron marcados por la celebración del Concilio Vaticano II. Las cosas estaban cambiando bastante de prisa con respecto a la etapa anterior en aquel Ávila, del P. Turiel y compañía, a ello pienso yo que contribuyó bastante el P. F. Muñoz Hidalgo, la presencia del P. Crescente como prefecto de Estudios, un plantel joven de profesorado y una atmósfera propicia a la renovación general que flotaba en el ambiente y que acabaría afectando a los diversos ámbitos de la vida cristiana, tema que yo trato de recoger en mi libro “Laicismo y Nueva Religiosidad”, publicado por la editorial Mensajero, en el que ahora no voy a entrar porque excedería la intencionalidad de este breve relato.
Pero sí es obligado hacer mención del cambio de orientación producido por lo que se refiere a formación teológica y humanista. Todo comenzaba a ser distinto. Estábamos a punto de emprender un nuevo rumbo exigido por los tiempos, una puesta a punto, un Aggiornamento en expresión de Juan XXIII.
Se estaba en la idea de que la teología debía abandonar todo inmovilismo y abrirse a nuevas exploraciones. El tomismo consagrado por León XIII en la encíclica Aeterni Patris había de seguir siendo un punto de referencia; pero debía ser enriquecida con nuevas aportaciones vinieran de donde vinieran. Comenzábamos a ser conscientes de que se habría una nueva época presidida por el pluralismo filosófico- teológico. Ya no era suficiente con lo del “Magister dixit”, mejor era lo del “Magistri dixerunt”. Había curiosidad por conocer el pensamiento de otros autores de actualidad, como Ortega, Unamuno, Freud, Sartre, Albert Camus, Laín Entralgo, Julián Marías Incluso creo recordar que aprovechando las vacaciones de verano se nos impartió un cursillo sobre Marx.
En orden a la formación cultural-humana es el momento de agradecer la labor realizada por P. F. Muñoz Hidalgo al P. Crescente que nos ayudaran a abrirnos a la cultura en general y despertaron en nosotros el gusto por la buena literatura, la música clásica, el buen cine, con la ayuda inestimable también de D. José M.ª Perez- Lozano experto en las artes cinematograficas que nos visitaba frecuentemente. Con él aprendimos a distinguir las buenas películas de las malas en aquellas interminables sesiones de Cine- Fórum en las que no quedaba un fotograma por destripar, criticábamos, discutíamos y hasta llegábamos a ver mensajes subliminares que yo creo que ni por asomo se le había ocurrido al director de la película.
Literatos como Dostoievski, Paul Claudel, Chesterton, Machado, Los Quintero, Lorca Van der Meersch, Martín Descalzo no nos eran resultaban extraños. Entre nosotros había compañeros muy cultos conocedores de las novedades literarias, así como del pensamiento vanguardista que se encargaban de abrir los ojos a los demás. No voy a citar nombres, porque de seguro que me iba a olvidar de alguno y no me lo perdonaría, sólo diré que en mi curso había varios. Nos atrevimos incluso a poner en escena obras de teatro consagradas entre otras: “Escuadra hacia la muerte” y como gran novedad, representamos en el teatro principal de Ávila” La Triple Sabiduría del Viejo Van” con gran asistencia de público. En fin, pienso que nuestro nivel cultural estaba a buena altura, solo hace falta ver los números de la revista Oriente correspondientes a esa época.
De Madrid nos visitaban también importantes y conocidos personajes de las hondas que nos enseñaron a hacer radio , a impostar bien la voz para ser buenos locutores y los mil y un truco de que ellos se servían en su cotidiano trabajo; cosa que nos vino muy bien porque el Monasterio de Santo Tomás, por si alguien no lo sabía, llegó a disponer de una emisora de radio donde además de rezar el rosario todos los días , había otras secciones, incluso elaborábamos guiones interesantes de cierta calidad en que nosotros lo hacíamos todo, éramos guionistas, intérpretes, presentadores, por cierto entre nuestros compañeros los había con una voz privilegiada que nada tenían que envidiar a los locutores de verdad.
Cuando se necesitaba alguna voz femenina contábamos con la colaboración de chicas venidas de fuera, alguna era hermana de un compañero nuestro y como es natural todo bajo La batuta del P. F. Muñoz–Hidalgo que se movía como pez en el agua en estos menesteres. La cabina técnica de sonido estaba al mando de Arellano conocedor como pocos de la música clásica con la que ilustraba magistralmente las intervenciones radiofónicas y además nos deleitaba todas las noches con la audición de unas muy bien seleccionadas obras maestras para el que lo quisiera pudiera oírlas en la Sala de Comunidad del Coristado donde se habían instalado unos altavoces a tal efecto.
Los nuevos vientos que soplaban facilitaban el contacto con el mundo exterior y permitían la ausencia del convento cuando había algún motivo. Recuerdo que en el verano de 1961 Domingo Marcos y yo asistimos a un curso de Estudios Ético-Sociales organizado por la Universidad Pontificia de Salamanca que tuvo lugar en el marco incomparable de S. Isidoro de León de 15 días de duración del 21 de Julio al 5 de agosto con asistencia de laicos y religiosos venidos de los más diversos lugares lo que nos permitió intercambiar impresiones que resultaron enriquecedoras aparte de ponernos al día en cuestiones sociales.
Al año siguiente también por agosto se me permitió salir del convento para visitar a mi madre que estaba muy enferma. Al llegarme la noticia de que había empeorado me dirigí sin dilación alguna hacia los Cuatro Postes con la intención de hacer autostop. No tuve que esperar mucho tiempo, pronto me recogió una persona muy amable que me llevó hasta Peñaranda de Bracamonte, arreglándomelas después como buenamente pude hasta llegar a Alaraz que era mi pueblo, donde ella vivía. Cuando llegué la encontré postrada. Una embolia cerebral la tenía mermada física y mentalmente.
La agonía fue larga y dolorosa, no podía comunicarme con ella, aunque yo pienso que en algún momento me reconoció y expreso su emoción en forma de sonrisa que nunca olvidaré. Era poco lo que se podía hacer, pero en medio de una profunda pena yo me sentía aliviado de estar junto a ella en estos momentos y poder llenarla de cariño y de besos. Agradezco a Dios que me diera la oportunidad de despedirme de mi madre, de que muriera en mis brazos y pudiera cerrarle sus ojos con toda la ternura de que un hijo es capaz.
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