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#1 SAN PEDRO MÁRTIR: 1960-1963, por Juan José Luengo publicado el 09/03/2017 a las 07:35
Terminadas las vacaciones en La Mejorada, nos trasladamos a nuestro nuevo destino: Convento de San Pedro Mártir en Alcobendas a las afueras de Madrid para comenzar o continuar (según se calcule) la Filosofía.

Viniendo del covento de Ávila, el contraste no podía ser mayor. Habíamos dejado un convento centenario saturado de historia para entrar en un convento nuevo y moderno, sin pasado, pero con un futuro prometedor.

Su diseño y su arquitectura no nos resultaron muy extraños, porque nos recordaba al Colegio de Arcas Reales que fue obra del mismo arquitecto (Miguel Fisac). La iglesia era áun más majestuosa y “atrevida” con su torre “despeinada” como la llamaría Fray Germánico Revuelta. Todos recordamos aquella poesía famosa sobre la torre. Incluyo varias estrofas para que los lectores puedan juzgar si Fray Germánico en vida mereció el premio Nóbel de Literatura o, al menos, el Premio Nacional de Poesía:

                                      Como una palma de Cades
                                      te elevas hacia los cielos,
                                      pero todo lo estropeas
                                      con esos dichosos pelos.
                                                          
                                      Me pregunta a mí la gente
                                      y me da mucho coraje,
                                      ¿cuándo va usted a quitar
                                      de la torre el andamiaje?

                                      Vanidosa, presumida,
                                      humilla tus pensamientos
                                        que parece tu cabeza
                                      un manojo de sarmientos.

                                      Muchas más cosas me quedan
                                      por decir de tu cabeza,
                                      pero ya no te las digo
                                      por no causarte tristeza.

                                      Y con esto aquí termina
                                       este mi primer cantar,
                                      te llamo la despeinada
                                      sin poderlo remediar.

El Convento de San Pedro Mártir había sido inaugurado hacía solo dos años en septiembre de 1958. En él habían residido por dos años todos los estudiantes de la Provincia.

La llegada de nuestro curso causó muchos cambios y movimientos de personal. Ya mencioné antes que el curso anterior al nuestro fue “desmantelado” y sus miembros dispersados por la ancha geografía de Europa.

Los demás estudiantes, los teólogos, regresaron al convento de Santo Tomás de Ávila, aunque muchos, como era costumbre en la Provincia, fueron enviados a diferentes lugares fuera de España. Sólo un ejemplo: del curso de mi hermano Jaime fueron a Oxford (Inglaterra) mi hermano y Lucio Gutiérrez (y allí estaban Benigno Villarroel y Máximo Marina); a Dublin (Irlanda) fueron Pedro Luis González y José Luis Miguel; a Roma, José Antonio Fernández, Aristónico Montero y, creo que también, Vicente Borragán y a Tolouse (Francia), Fernando Chamorro.

El curso mayor de los teólogos (varios de ellos ya fuera de España) era el de Felipe Miguélez, Jesús Mateo, José Montero, Javier Arrázola, Benigno Villarroel, Pablo Sánchez…y el curso menor de los teólogos era el de Manuel Mateos, Ticiano Vara, Secundino y Abilio Vicente, Isidro Rubio, Serafín Monasterio y Luis Sierra.

El P. Tejero fue con nosotros continuando como Maestro de Estudiantes. Su socio el primer año fue el P. Félix Tejedor y luego el P. Isidoro Garrido, quien ya había sido socio durante el noviciado en Ocaña. También fue trasladado a Madrid el P. Marcos Fernández Manzanedo para ser profesor de Psicología.

En el nuevo convento nos encontramos como prior al P. Manuel (“Manolín”) González, quien tuvo el honor de haber sido el primer prior cuando se abrió el convento. Como profesores tuvimos, además del P. Manuel y el P. Marcos, al P. Bienvenido Turiel, Pedro Cabezón, Juan González, Félix Tejedor…

Otros padres, como el P. Galende y el P. Diosdado, se dedicaban a otros ministerios. Creo que el P. Galende era capellán de la Base de los americanos en Torrejón de Ardoz. Y ho hay que olvidar a los hermanos cooperadores como el ya mencionado Germánico Revuelta (“Bonisía”), Aderito Sánchez, y Antonio Gutiérrez Luis (primo de Florentino Casado).

Conviene recordar que en mayo de 1960 había sido elegido Provincial el P. Jesús Gayo Aragón, quien sería reelegido en 1964. Le sucedió en el cargo el P. Aniceto Castañón, elegido en julio de 1969. Era Maestro General en aquel entonces el P. Michael Browne. Hasta 1962 cuando fue creado cardenal por el Papa Juan XXIII. Después del cardenal Browne, fue elegido Maestro General el P. Aniceto Fernández, de la Provincia de España. Tuvo ese cargo por unos 12 años.
                                                 
Como era tradición, las clases comenzaron a finales de septiembre y la lista de asignaturas para este curso fue larga y extensa: Lógica Material, Filosofía de la Naturaleza, Psicología Racional, Psicología Experimental, Metodología Científica, Seminario, Elocuencia y Religión.

Antes de seguir adelante quiero mencionar que el P. Bienvenido Turiel era el Regente de Estudios, puesto de gran prestigio e influencia en los Estudiantados de la Orden.

Desde el noviciado hasta la llegada a San Pedro Mártir varios connovicios se habían salido. Estos son los que recuerdo: Balbino Arias, José María Bermejo, José Luis Burguet, Baltasar Carrascal, José Antonio de Cea, Juan Manuel del Pozo y Juan Luis Martínez.

Aunque seguimos siendo los “mayores” en el nuevo convento, ya no estábamos solos. El curso siguiente al nuestro también vino a Madrid después de terminar el noviciado. Aunque sea una lista larga, creo que merece la pena nombrar a todos. Muchos de esos nombres nos harán sonreír trayendo a nuestra mente un rostro conocido, pero ya olvidado. Es posible que alguno de esos nombres no nos digan nada, porque perdimos su recuerdo en el abismo profundo del olvido. Así es la vida. Los años no pasan en balde. De todos modos, ésta es la lista por orden alfabético.

Arsenio Alonso, Vicente Arribas, Ciriaco Álvarez, Porfirio Barroso, Óscar Luis Bernardo, Rafael Cabezón, Jesús Calvo Mansilla, Jesús Cuadrado, Florencio de Pablos, José Díaz Sánchez, Jesús Espallargas, Félix Fernández, Tomás Fierro, Fernando Fuentes, Evaristo Galán, Andrés García, Pablo García Gañán, José González Sánchez, Aureliano Herrero, Eugenio López, Julián López, Víctor Martín, Felicísimo Martínez, José Luis Martínez Heras, José Mediavilla, José Vicente Olmos, Ángel Pérez Villar, José Celestino Prieto, José María Miguel Ramos, Vicente Pascual del Pino, Felipe Reviriego, Tomás Riádigos, Alberto Sáiz, Carlos Sánchez, Ignacio Sánchez, Agustín San Millán, Miguel Ángel San Román, Aurelio Valbuena, Daniel Vicente Gallardo y Gerardo Zapico.

Además, recibimos una “avalancha” de estudiantes de la Provincia Bética y de la Provincia de España.

De la Bética vinieron, Dámaso Sánchez, Rogelio Fernández, Ángel Cano, Antonio Burgos, Daniel Muñoz, Andrés Marín y uno más de apellido Carrasco. Habían hecho el noviciado en Almagro (Ciudad Real).

De la provincia de España llegaron, Dino César Mureddu(mexicano), Elías López(mexicano), Jorge Arturo Chaves (costarricense), Luis Ángel Camacho(costarricense), Antonio Martín Elorza, Ángel Ontoria, Manuel Sastre, Pablo Ozcoidi, Emilio Bautista García, Javier Pascual, Agustín Larrañaga y Juan José Castro. Del grupo de la Provincia de España, unos habían hecho el noviciado en Palencia y otros en Caleruega (Burgos.

Fue al comienzo de este año académico, a principios de noviembre (1960), cuando fue elegido Presidente de Estados Unidos John F. Kennedy.  Estoy seguro que todos recuerdan el entusiasmo que este hecho produjo entre nosotros por ser joven, carismático y católico.

Comenzamos las clases sumergiéndonos en el latín. Nos sirvió de libro de texto durante toda la filosofía el Elementa Philosophiae Aristotelico-Thomisticae del monje bendictino alemán Joseph Gredt (1863-1940). Otro libro de cabecera para la filosofía fue Esencia del Tomismo de H. G. Manser.

Desde el principio, nos dedicamos a estudiar con gran ahínco y entusiasmo la “filosofía perenne” trasmitida por Santo Tomás de Aquino. Esa filosofía, nos enseñaron, como “sierva” de la teología nos prepararía para los estudios del futuro. ¿Quién no recuerda el gran valor, según nos dijeron, de las 24 tesis tomistas promulgadas por el Papa Pío X en 1914?

Leer esas tesis hoy, en latín, en español o en inglés, es como entrar en un mundo surrealista. Un par de ejemplos: La tesis VI dice (en latín): Praeter absoluta accidentia est etiam relativum, sive ad aliquid. Quamvis enim ad aliquid non significet secundum propriam rationem aliquid alicui inhaerens, saepe tamen causam in rebus habet, et ideo realem entitatem distinctam a subjecto. Lo mismo en español para que quede todo claro: Además de los accidentes absolutos se da un accidente relativo, o hacia algo. Porque si bien ese hacia algo no significa según su propia razón algo inherente a otro, tiene, sin embargo, con frecuencia, una causa o fundamento en las cosas mismas, y, por tanto, una entidad real distinta del sujeto. ¡Más claro ni el agua!

Otro ejemplo, que era una de las tesis favoritas del P. Pedro Cabezón. Es la tesis XI: Quantitate signata materia principium est individuationis, id est, numericae distinctionis, quae in puris spiritibus esse non potest, unius individui ab alio in eadem natura specifica. Traducido: La materia signada por la cantidad es el principio de la individuación, o sea de la distinción numérica, que no puede ser en los espíritus puros, entre un individuo y otro dentro de la misma especie.

Hay que situar todo esto en su contexto histórico y recordar que nuestros profesores (y todos los profesores en los seminarios de aquella época pasada) tenían que hacer el juramento antimodernístico según lo establecido por el Papa Pío X en 1910.  No cabe duda que en nuestros años de formación estuvimos condicionados por la mentalidad y el clima que este juramento representaba. Vivimos los últimos “rabotazos” de una época y una visión que poco a poco se desplomó ante nuestros ojos durante el Concilio Vaticano II. El juramento antimodernístico sería eliminado por Pablo VI en 1967.

Los expertos, teólogos e historiadores, han escrito mucho sobre este juramento y lo que significó, de bueno o de malo, para los filósofos, teólogos e historiadores católicos de la época.

Sin considerarme experto en la materia, quiero aportar mi granito de arena mencionando un detalle que considero importante. Ese juramento incluía este párrafo, “también me someto con la debida reverencia y de todo corazón me adhiero a las condenaciones, declaraciones y prescripciones todas que se contienen en la Carta Encíclica Pascendi (1907) y el decreto Lamentabili (1907) particularmente en lo relativo a la que llaman historia de los dogmas.”

La Encíclica Pascendi ordenaba enseñar la filosofía escolástica en todos los seminarios y universidades católicos y, para proteger la ortodoxia, exigía que en todas las diócesis se estableciera un Comité de Vigilancia, cuya función era, si llamamos a las cosas por su nombre, promocionar el espionaje teológico y el “chivatazo” eclesiástico en nombre de la ortodoxia…y todo con el mayor secretismo.

No sé si se ha escrito el último capítulo de la historia que cuenta cuántos “cadáveres” se han encontrado a la vera de los caminos recorridos por los intelectuales católicos de aquellos años de tanto nihil obstat e imprimatur.

Tampoco podemos olvidar que según el Código de Derecho Canónico (1917) vigente en aquel entonces la filosofía y la teología había que enseñarlas según los principios de Santo Tomás.

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Texto original de Juan José Luengo García "Breve Crónica de un curso 1953-1968)escrito en verano 2009. Para las otras entradas:
Capítulo 1 (La Mejorada)
Capítulo 2 (Arcas Reales)
Capítulo 3 (Ocaña)
Capítulo 4 (Ávila)
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