Difícil encontrar un escenario mejor, que el magnífico Convento de Santo Tomás en Ávila, para una reunión de Antiguos Alumnos. Un genuino lujo, bajo una espléndida mañana soleada de otoño, poder citarse en el monumental recinto de acceso al Real Monasterio de Santo Tomás.
A las 11 ya hay un numeroso grupo de antiguos alumnos conversando en corrillos tras la reja de entrada. Hay bastantes caras nuevas y esto siempre resulta agradable porque se establecen nuevos lazos, o para ser exactos, se renuevan otros, después de la friolera de hace más de 60 años. Algunos ya se reconocen del encuentro anterior de Arcas Reales (mayo 2016) y, no pocos, por unos u otros conductos han mantenido, a veces con no pocos interludios, la relación a través de los años.
La distancia geográfica no es obstáculo, hay compañeros venidos de allende el océano, que residen en Estados Unidos. Tampoco la edad, Heli Valbuena, ¡gracias por el esfuerzo¡ ha acudido, acompañado de su señora y una lustrosa cabellera blanca, con 80 años a las espaldas. Un cálculo muy sencillo nos dice que fue interno en La Mejorada, ¿también en Santa María de Nieva? a finales de los años cuarenta del siglo pasado. Por el otro lado del arco, si de edad hablamos, el P. Javier del Valle, de finales de los setenta en Arcas.
Excelente referencia para cualquier reunión de antiguos alumnos: unidos en la distancia y en el tiempo. Algunos han acudido pertrechados con fotos del Noviciado en Ocaña, con cuadernos de ejercicios de La Mejorada, incluso con diseños históricos: pequeños retratos gráficos de los compañeros de la época en Alcobendas.
A eso del mediodía, bajo un sol radiante, atravesamos el magnífico Claustro de Reyes, pasamos delante de la inolvidable Aula Magna, espacio docente de tantas disputas teológicas y filosóficas. A la puerta algunos turistas duda si pueden acceder al interior de lo que en su tiempo fue centro del saber teológico.
Seguimos nuestra tranquila travesía por los recuerdos, las anécdotas, las vivencias de tantos años compartidos. Vamos a la Residencia de Santo Tomás, donde muchos de los antiguos alumnos vivieron durante largos períodos de tiempo. Ahora, a falta de filósofos y teólogos, se ha convertido en una residencia abierta al público en general. Pero para muchos de los que por aquí pasaron en los sesenta y los setenta, la inconfundible galería, en el más puro estilo de Miguel Fisac, el insigne arquitecto, sigue presente en las memorias de entonces. Crecen las canas, quizá se adivinan ciertas protuberancias ventrales, se comienzan a arrastrar los piés, un pelín más de lo debido.
Al caminar, sin embargo, los recuerdos fluyen con suavidad, a veces con dulzura, modulados por el paso de lustros y decenios. Somos tan diferentes de entonces. Pero, a la vez, tan iguales.
En una de las salas de la galería, con un ligero retraso, comienza la Asamblea General. Nuestro vicepresidente, Luciano López pronuncia las palabras de bienvenida y entre otras afirmaciones:
“Y mientras la mente y cuerpo nos lo permitan, aquí seguiremos con ilusión”.
Valentín Sáez, el tesorero, detalla el estado económico de la Asociación hasta la fecha. El superávit actual de la Asociación se eleva a 2.400 euros. En 2016, los socios activos, es decir, que pagaron su cuota correspondiente de 50 euros fueron 55 personas (tres de entre ellos pagaron una cuota de 100 euros). Hasta este mes de octubre, en 2017, 43 personas han pagado su cuota correspondiente, cuatro de entre ellos han pagado 100 euros.
A continuación, el Secretario de la Asociación, Ignacio Cóbreces, realiza una disertación, entreverada de experiencias personales y anécdotas de la época. De trasfondo, el contexto sociopolítico de mediados de los setenta, bajo el título de
“Madrid:1975, el año sin retorno”, centrado en lo ocurrido en el Convento de San Pedro Mártir. Termina con estas palabras:
“Fue el año, los años, sin retorno, sin vuelta atrás, no sólo por el paso inevitable del tiempo, sino porque lo que vivimos nunca más lo volveremos a vivir. Los años, sin vuelta atrás, los que nos convirtieron en lo ahora somos”. [ENLACE AL TEXTO COMPLETO]
Mientas tanto las acompañantes han disfrutado de las explicaciones históricas y monumentales del conjunto monástico, gracias a nuestro compañero, el P. Julio Recio.
Como el tiempo apremia, nos dirigimos raudos a la iglesia, ¡que mejor entorno que tener el retablo de Pedro Berruguete de fondo mientras se escucha el evangelio del Magnificat! “
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos” (Lc 1,46-56) durante la celebración eucarística, la misa de la una, presidida por nuestro compañero Pedro Juan Alonso, para celebrar la festividad de la Virgen del Rosario.
La jornada continúa con un aperitivo en la Residencia Santo Tomás donde se acrecientan las conversaciones, los intercambios, las narraciones de anécdotas al calor de la hospitalidad ofrecida por la comunidad dominicana del convento. La mañana concluye con la foto de familia, nunca mejor dicho, en la que la cincuentena de asistentes, incluidos acompañantes son retratados para la eternidad.
Desde allí, a eso de las tres, nos dirigimos al otro lado de la ciudad, al Mercado de Ganado. Mercado del cual ya sólo resta el magnífico marco que lo encuadraba. La muralla, prístina y perfecta, con su ladera verde, inclinándose, poco a poco, hasta llegar a casi tocar la ribera del Río Adaja. Difícil encontrar un paisaje mejor para un almuerzo bien servido y mejor degustado por todos los asistentes en el restaurante “El Lienzo”.
Poco a poco, después de varias reuniones por cursos y un par de ellas generales, las lenguas se deslían con más facilidad, a lo que sin duda contribuye el Ribera. Y ahí los temas de conversación ya son abundantes y numerosos. Según las partes de la larga mesa, según las edades, según los intereses, según los recuerdos y las memorias. Hasta es muy probable que algunos hablaran de Cataluña.
Tras el postre y el inicio de las despedidas, algunos no pierden ocasión, y bien que la merecía, para fotografiarse en pequeños grupos, por cursos o por amistades, con el fondo de la preciosa espadaña que remonta por encima de la muralla. La misma que la andarina Teresa de Jesús debió de contemplar desde el cercano Monasterio de la Encarnación. Peregrina como nosotros, venidos de múltiples puntos de la geografía, y no sólo la española. Pero sobre todo, caminantes a través de las décadas, las alegrías y las penas de la vida. Fieles a una memoria de los años compartidos en la adolescencia y la juventud. A la espera de la próxima etapa. Ya en el 2018.